Hugh Hefner, fundador de la revista Playboy ha fallecido a los 91 años. Es toda una leyenda por el imperio que creó, un imperio de conejitas, mujeres desnudas y excesos. Ha sido todo un icono del estilo y eso que su mayor seña de identidad era un batín que parecía no quitarse nunca. Quizá ahora sea el momento de si una revista como Playboy hace bien en su representación de la mujer pero lo cierto es que esta revista nunca ha tenido reparos en mostrar a todo tipo de mujeres (cosas que otras revistas más «decentes» no han cumplido) y bueno, que la revista es para lo que es. Durante estos días leeremos mucho sobre esto y sobre las luces y sombras de Hefner.
En Brenda le tenemos un cierto cariño a Hefner y a su personajes porque nuestra Shannen Doherty ha posado para su revista en alguna ocasión (y con fotos hasta bastante artísticas) y porque sí él no tendríamos la película Una conejita en el campus, donde realiza uno de sus conocidos cameos (a lo Stan Lee).

La película está escrita por Kirsten Smith y Karen McCullah (Una rubia muy legal, 10 razones para odiarte) y como os dijimos que 10 razones para odiarte es más feminista de que lo pensabas, con Una conejita en el campus pasa algo parecido. Con ese título y su premisa piensas que vas a ver una especie de American Pie sin corazón pero muchos escotes y nada de eso. La estupenda Anna Faris es Shelly una conejita a la que echan de la mansión Playboy el día de su cumpleaños porque es demasiado mayor, ha cumplido 27 años. ¿Cómo es posible que Hefner apoyara una película en la que le dejaba tan mal? Ojo es que hay truco.
Shelley descubre en el campus universitario la vida de las hermandades (que no difiere mucho de Playboy) y decide quedarse allí, pero todo lo aprendido como conejita no le servirá para ser aceptada por las chicas más populares del campus así que terminará liderando la casa de las Zeta Alpha Zeta, las marginadas del campus al que todos insultan o ignoran. Entre las hermanas zetas nos encontramos a Emma Stone, Kat Dennings y a Katherine McPhee, actrices a las que parece imposible creer que nadie las admirase pero que hacen que nos identifiquemos con sus personajes.
Shelley ha estado educada en un mundo superficial en el que solo importa la belleza exterior y a pesar de ser un ángel de persona y tener un corazón que no le cabe en su abultado escote, su principal interés es conseguir que estas chicas consigan ser popular a través de fiestas y estar buenísimas. Y, como en toda película teen que se precie, existe una escena de makeover en la que ¡Oh Dios se descubre que estas chicas en realidad eran preciosas! (al menos, unas más que otras).
Tanto Shelley como las chicas, en realidad tiene miles de inseguridades. Este cambio de look forzado las ayuda y evolucionan encontrando su propia identidad. Ya no se esconden ni en los cardados y top ajustados que les recomienda Shelley, ni en las enormes camisetas y sudaderas grises que las ayudan a esconderse del resto. Porque a veces alguien que no muestra interés en arreglarse lo más mínimo puede que esté motivada en no querer llamar la atención por creer ser inferior al resto. Y esto es precisamente lo que pasa en la casa de las Zeta Alpha Zeta. Pero Shelley también lleva una coraza, está acostumbrada a representar un papel delante del los hombres, el que ellos quieran, por lo que cuando conoce a alguien que se interesa por ella de verdad no sabe cómo actuar. Su coquetería y sus métodos de seducción de conejita de playboy no le interesan así que finge ser una persona distinta, más educada y elegante.

La película transmite un mensaje positivo acerca de no esconderse de los demás, vencer tus inseguridades y no tener miedo de ser tú misma. Con esta peli descubrimos que las apariencias engañan y que no podemos juzgar a alguien por lo que la sociedad nos dice que es esa persona. Hay que conocer a la gente de verdad y quizá encuentres a una mejor amiga en la persona más inesperada.
Una conejita en el campus es mi peli de sentirme bien, la de acompañar con helado y olvidarme del mundo. Por unos minutos creo en la bondad, en el amor y la amistad. Y qué pena cuando termina y descubres que el mundo es mucho más triste, feo y menos rosa.






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