Bienvenidos a The Dark Corners of Netflix, una columna semanal donde viajaremos a los rincones más oscuros de la plataforma de contenidos digitales, o sea, a sus series y películas más chungas. A veces encontraremos verdaderas joyas y otras, quizá la mayoría, nos toparemos con productos a los que no habría que acercarse ni con un palo. Pero nosotros nos acercamos porque somos valientes, porque queremos protegeros del peligro y porque, por supuesto, queremos echar unas risas. Hoy nos adentramos en Teen Witch (1989).
Las películas, la mayor parte de las veces, están atadas a tramas ya conocidas, personajes arquetípicos, giros de guión que ves venir a la legua… es muy raro ver una verdaderamente original, que te descoloque, que te ofrezca algo nuevo o que, al menos, reordene y refresque viejos conceptos para servirlos de forma fresca y novedosa. Es aquí donde entra en juego Teen Witch, una de las películas adolescentes (y no adolescentes) más libre, desprejuiciada y reloca que he visto nunca.

Esta bruja adolescente (interpretada con mucho encanto por Robyn Lively, hermanastra de Blake Lively) va a su rollo, teniendo sus ensoñaciones (con forma de videoclip) cuando le apetece, interpretando sus coreografías cuando menos te lo esperas y haciendo encantamientos entre beso y beso con el chico de sus sueños. Aquí hay de todo: patito feo convertido en cisne, amiga geek que se vuelve popular, el capitán del equipo de fútbol fijándose en la “fea”, todo el insti demostrando que son bailarines profesionales… ¡¡y esos looks, esos colores!! Nunca olvidaré lo del muñeco vudú del profesor, una secuencia impagable. Te adoro, Teen Witch.

Volveremos a explorar The Dark Corners of Netflix la semana que viene. Si tienes una recomendación oscura que hacernos que podamos encontrar en la plataforma, hazla en los comentarios.

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