Ya está en Netflix A Walk To Remember la adaptación de la novela de Nicholas Sparks protagonizada por Shane West y Mandy Moore. En su tiempo fue todo un hit entre los adolescentes y aunque no es la primera película que muestra una historia de amor con el trasfondo de una enfermedad terminal juraría que fue la primera que la mostró al público juvenil.
Nunca he sido muy fan de esta historia, un poco ñoña, no termino de conectar con ninguno de los personajes y tanta referencia religiosa me echa para atrás. Es otro de los temas de los que suelen hablar estas historias, la relación con Dios y la aceptación de que ha llegado su hora. Esta romantización de la enfermedad, sin embargo, no me pareció tan descarada en 2002 hasta que llegó John Green.
Bajo la misma estrella, la novela de este autor, fue todo un bestseller y yo me declaro fan. Green se inspiró en una fan que murió muy joven. La historia de Hazel y Agustus es ficticia pero la la idea surgió de la amistad entre el autor y la joven. Tras el libro llegó la película. Y por muy fan que fuese de la novela, debo confesar que la película me horrorizó en varias de sus escenas. Ya en la treintena me fui al cine a verla con mi amigo Paco Fox y con las escenas más dramáticas empezamos a escuchar sollozos y sorbidos de mocos que nos sacaron totalmente de la película. Era todo un esperpento. Igual que la propia película que mostraba una enfermedad muy edulcorada con adolescentes al borde de la muerte a los que no se les movía el flequillo y tenían abdominales. La perfección de esos personajes hacía que te diese igual qué pasaba con ellos y era totalmente irreal.
Seguramente más de un fan de la historia de Hazel y Augustus haya deseado un amor así y preocupa bastante esta visión romántica de dos adolescentes que padecen cáncer. Ver la película te hace sentirte un poco incómoda, algo que, al menos a mí, no me pasaba con la película.
Hay muchas películas más como Restless, Ahora y Siempre o la más reciente Five Feet Apart protagonizada por Cole Sprouse (Riverdale) y de la que voy a hablar ahora.
Si me sentí mayor cuando me vi rodeada de teenagers llorando en Bajo la misma estrella, con esta ni os cuento. Los dos protagonistas se llevan toda la película incumpliendo las normas que les establecen los adultos (padre y médicos) pero ellos son rebeldes y se quieren. Les da igual que no puedan estar juntos. Nunca tuve tantas ganas de que una pareja de ficción rompiera. Como ya me pasara cuando volví a ver Sensación de Vivir con 30 años, ahora me ponía de parte de los adultos y no de los adolescentes. Todo el rato era de «Si hace esto puedes morir» *lo hace*. De verdad es que los quería matar yo. Cada vez que les pasaba algo malo por saltarse las reglas solo pensaba que se lo merecían. Estos en 2021 serían los que no se ponen mascarilla y luego se quejan de pillar covid.
La película además era muy previsible y me pilló mayor como para fangirlear a Cole Sprouse. Riverdale la veo pero no soy fan. También el propio Archie, KJ Apa, tiene una película de trama similar, esta basada en hechos reales. La historia de amor entre el cantante cristiano Jeremy Camp y su primera mujer Melissa. Como en A Walk To Remember, Melissa tiene una enfermedad terminal y ambos deciden casarse antes de que sea tarda. Como he comentado antes, Camp es un cantante cristiano por lo que la película está repleta de referencias a la Biblia y a Dios.
Cada vez que la protagonista hablaba de su inminente muerte como una misión divina es que me repateaba. Y ya puedes creer en Dios o no, ser muy religioso o poco pero pensar que la gente muere porque Dios tiene un plan… me parece incomprensible.
En todas estas obras se muestra una visión edulcorada y pasado por un filtro de Instagram que me hace rechinar los dientes. Me parece que este tipo de películas dan una visión de la enfermedad bastante superficial. Quizá no haya necesidad de hacer el cáncer cuqui.

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