Aprovechando el 20 aniversario de One Tree Hill os debo esta confesión. Sé que si habéis leído previamente algunos de mis artículos sobre la serie, sabréis que mi pareja favorita es la de Peyton y Jake. Pero, a veces en la vida, nos enamoramos de quien no debemos. Aprovechando este aniversario voy a ahondar en cómo a veces vemos reflejados nuestros errores en pantalla.

A mí nunca me ha gustado Lucas, el de la tele. Estaba ahí, pues bien. Pero el corazón de la serie para mí siempre fueron Peyton y Brooke. Esa relación de amistad, por muchos problemas que tuvieran, no era tan tóxica como las relaciones que ambas mantenían con Luke.
La mejor pareja para Peyton era Jake, y la de Brooke, Julian. A Lucas los guionistas tenían que forzarle mucho en la trama para que terminase de cuajar con alguna de las dos. Sé que el discursito bajo la lluvia con Brooke es uno de los momentos favoritos de los fans de la serie y de esta pareja en concreto, pero Lucas ahí no dice nada más allá que superficialidades. No ve a Brooke, al menos en ese momento. Solo ve lo que se refleja de él en ella (como muy bien diría Taylor Swift en All Too Well). A Lucas le gusta que le quieran tan abiertamente porque es algo que con Peyton no tenía.

De Jake no puedo decir mucho más porque ya le dediqué un artículo entero a la pareja que formaba con Peyton, pero es la mejor persona de todo ese pueblo.
¿Pero cuál es mi problema con Lucas? Pues que no se decide, que juega con los sentimientos de todo el mundo, que se miente a sí mismo y a los demás. Que paga sus frustraciones con los que más le quieren, que se interpone entre dos amigas, que se deja querer a pesar de no estar enamorado. Que pasa de una a otra sin pestañear, y es incapaz de diferenciar qué siente por cada una de ellas. Les escribe siempre exactamente lo mismo, les dice siempre exactamente lo mismo. Porque no se enamora de ellas por lo que son, si no por lo que le pueden ofrecer a él.

Es una persona de blancos y negros. O estás con él, o en su contra. Pero la vida no siempre es así. Abandonar a Peyton porque ella no está preparada para casarse (ojo, a los 19 años alma de cántaro) es señal de una inmadurez galopante. Las cosas se tienen que hacer como él dice y con sus pautas y condiciones. Peyton estaba enamorada de él, pero casarse tan joven era un error, sobre todo cuando ambos estaban comenzando sus carreras.
Puede que Lucas, que pasaba tiempo alejado de ella debido al trabajo de esta, solo quisiera tenerla amarrada por miedo a perderla. Eso no es motivo para casarse ni con 19 años ni con 34. ¿Cómo supera Lucas este fracaso amoroso? Intentando volver a liarse con Brooke. Gracias a Dios las mujeres de esta serie sí parecen haber madurado lo suficiente y le para los pies.

Otra cosa que me cabrea de Lucas es el hecho de que escriba una novela sobre Peyton y esté a punto de casarse con otra. Obviamente no la quiere, y en uno de los episodios de Drama Queen, el podcast de las actrices donde revisionan la serie, llegan a la conclusión de que Lindsay encuentra el anillo y a Lucas no se le ocurre otra cosa que seguirle la corriente.
Lucas es capaz de casarse con una mujer a la que no quiere, simplemente por orgullo. Su ego es enorme pero puedes acabar con él con un soplido. Peyton se ha comprado obsesivamente su novela cada vez que la ve en una librería, pero él cree que ella nunca ha confiado en su carrera como escritor (pensamiento que se saca él de la manga sin venir a cuento, One Tree Hill a lo tonto nos estaba hablando del síndrome del impostor).
Tienes que estar con él al cien por cien, anularte como persona y creerle en todo aunque no lleve razón alguna. Uno de los momentos más rastreros de Lucas es cuando le echa en cara a Peyton estar ligando con uno. A ver señor, que eres el perro del hortelano que ni come ni deja comer.
Lo curioso de todo es que analizando esto y todas las cosas que me sacan de quicio de Lucas, hace años estaba viendo un episodio por enésima vez cuando caí en la cuenta de que en la vida real me gustaba un tipo (que no me hacía ni caso, pero también se encelaba sin venir a cuento), que era un serial dater, que me dijo de dedicarme un libro y que jugaba al baloncesto con su hermano. Dije en voz alta: pues soy imbécil.
Así que abrid bien los ojos en la vida real, no vayáis a dejar pasar a algún Jake por un Lucas Scott que no os merece.
PD: Esto me ha quedado bastante personal y si alguien me quiere preguntar, no lo hagáis. No quiero tener que volver a terapia.

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