Escrita y dirigida por Andrea Bagney, Ramona (2022) es una estupenda película, a medio camino entre el retrato generacional, la comedia romántica y el estudio de personajes (incluyendo el manido «la ciudad es otro personaje»… ¡pero es que lo es! -en este caso una preciosa Madrid desprovista de color-) que os recomiendo MUCHO si no sabéis qué ver este finde. La tenéis en Filmin (bendita plataforma, dónde has estado toda mi vida) y es una cinta que propone encontrarnos con todos esos desencuentros, planes rotos y eternas dudas vitales que no son si no la base de esa cosa llamada vida.

El argumento es sencillo: Ramona conoce a un chico en un bar (típico Bar Paco madrileño de toda la vida), conectan que es una locura, se pasan medio día juntos y esa chispa queda sin rematar… Más tarde descubrimos que Ramona tiene pareja y que, al presentarse a un casting (Ramona es actriz), el director de la peli es este chico de la chispa sin rematar… ¿dejará Ramona a su chico de siempre por el director de su peli? ¿es verdad eso que siempre dice Ramona de que quiere tener «muchos hijos»? Y, lo más importante de todo, ¿por qué pensamos tanto tiempo en tantas cosas y nos arrepentimos de lo hecho y de lo no hecho cuando no hay una fórmula maestra y seríamos más felices simplemente dejándonos llevar?
No es por ponerme poético o metafísico o profundo, pero Ramona, en su aparente simplicidad, toca temas bastante interesantes. Me ha encantado la peli. Aplausos bien fuertes para ese naturalismo que preside todo el film, sobre todo esos diálogos a medio camino entre el guión, el ensayo en directo y la improvisación a cargo de Lourdes Hernández (la cantante de Russian Red está FENOMENAL, ¿¿cómo es que no la veo en muchas más películas??) y Bruno Lastra (tan ESPECTACULAR en su «naturalismo» como toda la película).

Deja un comentario