Luz de Luna 1×01: Recap

¡Pero qué maravilla es esta! Gracias a Filmin, que ya la tiene enterita en su catálogo junto con otras joyas como, por ejemplo, Doctor en Alaska (una de las series favoritas de un amigo mío con el que me mandaba cartas todos los veranos y que, sin duda, formaba parte de nuestra relación epistolar), por fin he podido ver el piloto de Luz de Luna, una de las series de televisión más míticas de los 80. Me han llamado la atención varias cosas, la mayor parte para bien… bueno, a ver, TODAS para bien menos dos o tres quejillas de nada que ahora comentaré, pero tras ver el piloto y disfrutarlo como un niño chico un helado de tres bolas me puse a mirar los episodios totales de la serie y creo que son unos 60. I can do it! Y no solo es que pueda, ¡es que quiero! Porque la serie, si sigue el rumbo marcado por su excelente (si bien larguísimo, casi hora y media) primer capítulo, es un entretenimiento de categoría, por la que no han pasado los casi 40 años que sí han pasado…

Le quiere agarrar del pescuezo y besar apasionadamente AT THE SAME TIME, Moonlighters gonna moonlight!


Lo primero es lo primero, si no os lo dijera os estaría escamoteando información importante sobre mi disfrute de la serie (y escamotear está muy feo): Cybill Shepherd es guapísima, luminosa y UNA ESTRELLA DE CINE. Es realmente una pena que no disfrutara de más películas exitosas (The Last Picture Show -de la que hablan en Dawson Crece en ESTE EPISODIO CLAVE EN NUESTRA VIDA-, Taxi Driver, Texasville -secuela de The Last Picture Show– y poco más). Su Maddie Hayes es sencillamente irresistible: es inteligente, payasa, mandona, sensual, aguerrida, torpe… todo a la vez como un twister que arrasa allá por donde pasa; no sé si Teri Hatcher modeló su Lois Lane en torno a ella, pero lo parece.

Detectives privados, ya no los hacen como antes


De Bruce Willis, para no extenderme, diré que él inventó el arquetipo «canallita encantador» y la pantalla pequeña se le queda, pues eso, pequeña. Su David Addison es la «media langosta» que le faltaba a Maddie para convertirse ambos en una de las mejores parejas de la televisión. Ya en el primer episodio, apenas en su primer encuentro, se ve que hay allí más megabolts que en las dos entregas de Cortocircuito. Esto, de hecho, es algo que podemos aplicar a todo el primer episodio y que me ha flipado: no parece un primer episodio, parece el tercero de la cuarta temporada o algo así, va todo rodado, fluye que da gusto. Yummy yummy yummy.


En el apartado quejas pues mencionaré que las tramas llevan un poco ritmos de antaño (¡¿pero cuánto dura esa persecución en ascensor?! ¡¿es necesario otro plano más del coche que va a chocar con el otro coche?!), que hay cosas que pasan porque sí y que hoy serían puestas en tela de juicio; y que la música se ha quedado pasadita (como dice mi novia, la serie tiene tres músicas: saxofón para el romance, percusión para la acción y la otra ya no me acuerdo, jajajaja). Pero son todo tonterías, la serie es fantástica. He visto también el segundo, donde sale Tim Robbins como cinco minutos al principio, y ha sido un poco más flojete; a ver, la dinámica entre David y Maddie guay, pero el misterio ha sido bastante más pobre. Oye, Filmin, súbete toda Remington Steele, consíguete un Cheers; soñemos.

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