Si en 1999 había dos hot properties en el mundo cinematográfico adolescente, esas eran Scream y Sé lo que hicisteis el último verano; pues bien, en Wing Commander deciden combinar ambas sagas (Freddie Prinze Jr. y Matthew Lillard son los pilotos de combate protagonistas) con unas gotitas de ciencia-ficción a lo Star Wars (como los videojuegos en los que se basa el film -aquí hay que disparar a una raza alienígena -no me obliguéis a que recuerde el nombre- que le tiene especial inquina a los terrícolas-) y con la actriz Saffron Burrows, que hace de jefa dura y malota pero luego no tanto, y que por aquel entonces estaba en todos los fregaos (Deep Blue Sea, Te odio, mi amor con Janeane Garofalo o Miss Julie de Mike Figgis).

Wing Commander es una producción de serie B en la que los efectos especiales cantan la traviata (Freddie Prinze Jr. ha declarado odiar la película por lo mucho que cambió desde que leyó el guión hasta el producto final) y que no tiene unas interpretaciones divertidas o una dirección disfrutona (pienso en Deep Rising del director de La Momia, del mismo año) a la que poder agarrarnos para aguantar la hora y media de disparos intergalácticos, enfrentamientos entre pilotos; y lucecitas en monitores alertando del próximo peligro.

La película supuso el debut como director de Chris Roberts, creador de los cinco videojuegos en los que se basa, Mark Hammill (Star Wars) vuelve a poner su voz en el film como ya hizo en varios de los juegos y spin-offs de animación para televisión; y se dice (erróneamente) que hay un póster de Sarah Michelle Gellar (futura mujer de Freddie Prinze Jr.) en el cuarto de su personaje: en realidad, se trata de carteles creados para los pilotos de la película, algo así como la madre de Phoebe en Friends, que era una actriz que posaba para marcos de fotografías… aunque no puede negarse que, de lejos, se parece mucho y hubiese sido un bonito guiño romántico del actor.


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